Cada vez sois más los que habéis ido conociendo a Agustín Ferrer Casas a través de sus cómics, o en entrevistas, ferias o sus redes sociales, pero siempre resulta interesante conocer a la persona que está detrás de una obra que nos ha gustado, emocionado o inspirado. Su proceso de trabajo, tanto en lo referido a la documentación como en la técnica de dibujo en este caso. Qué le inspiró a realizar la obra, qué intención hay detrás de cada historia.
Por eso queremos compartir aquí una entrevista que le hizo la editorial alemana Carlsen a Agustín Ferrer con motivo de la publicación de la edición de su cómic biográfico MIES también en Alemania.
Os invitamos a leer aquí las primeras páginas del cómic MIES.
Querido Agustín ¿Puedes presentarte a nuestros lectores y contarnos un poco sobre ti? ¿Por qué y cuándo has decidido meterte en el mundo del cómic y seguir una carrera en la industria?
Nací en 1971 en Pamplona, ciudad conocida sobre todo por las andanzas de Hemingway durante los hasta entonces anónimos Sanfermines.
Como dirá todo dibujante, desde pequeño tuve inclinación por manchar cualquier superficie pintable. Después enfoqué esa afición hacia metas socialmente más reconocidas y económicamente mejor remuneradas. Estudié arquitectura. Pese a ello, con 22 años me interesé por el mundo del cómic a través de un pequeño trabajo sobre su estética. Hasta entonces el cómic había sido un territorio ignoto para mí, salvo por la lectura de los clásicos franco-belgas. A partir de ahí se me reveló el cómic para adultos a través de figuras como Moebius, Enki Bilal, Howard Chaykind, Charles Schulz, Miguelanxo Prado, Mattias Schultheiss, Alan Moore, Alberto Breccia, Tanino Liberatore, François Schuiten…
Después de aquel descubrimiento decidí probar suerte dibujando una historia corta para un concurso de cómic. Como la suerte me sonrió, continué creando pequeñas historias de manera autodidacta para otros concursos mientras aún estudiaba arquitectura, trabajaba en un despacho –Capilla Vallejo Arquitectos- e impartía clases en la Universidad de Navarra. Así llegué a conseguir una treintena de premios durante veinticinco años.
Abandoné en 2011 mi relación con la arquitectura –o eso creí- y decidí dar el salto al mundo profesional en aquello que hasta entonces tenía como hobby. Y hasta ahora he conseguido publicar tres libros con otros autores y cinco más en solitario.
Las biografías de artistas, políticos, filósofos y otras figuras históricas son un tema muy utilizado en el medio del cómic. ¿Por qué el cómic como medio narrativo es tan atractivo para contar las vidas de personas famosas y culturalmente influyentes? ¿Qué piensas como autor (y lector) de biografías/cómics biográficos? ¿Cómo contar la historia de la vida de alguien de una manera convincente? ¿Cuáles son las dificultades y las trampas narrativas a la hora de escribir una biografía?
Creo que, como el cómic es una mezcla de recursos propios de la literatura y el cine a nivel narrativo y visual –pero que dispone de personalidad y carácter propios-, hace que sea un medio idóneo para contar, no sólo biografías de personajes ilustres de la historia, sino cualquier temática y género.
Las biografías llevadas al cómic cuentan con la ventaja de aproximar a los lectores la vida de esas personas de manera resumida –si el autor consigue sintetizar los puntos fuertes de la historia- y amena –si se sabe hacerlo con una lectura ágil y atractiva-. Como en la docencia, si se sabe comunicar de manera cercana y entretenida una materia, en este caso una biografía más o menos ficcionada, el conocimiento resulta mucho más placentero y memorable.
Para contar la vida de alguien hay que recurrir a datos concretos, sí, pero también a aquellas anécdotas reales que resulten sugerentes. Y, si no lo son, acabar por adornándolas, dramatizándolas o mejorándolas con ciertas licencias en beneficio de la narración. En ese sentido el personaje real acaba siendo un personaje ficticio, moldeado bajo las órdenes de un director/autor, que actúa en la obra que representa su vida. Para eso el autor debe enamorarse de él o incluso odiarlo. Lo que se hace es acercar al personaje al lector, humanizarlo.
En ese sentido puede cometerse el error de crear una biografía carente de crítica, un elogio del personaje cuando no una enumeración plana de sus méritos. Se debe intentar ser imparcial, pero tampoco se puede ser neutral si el personaje viola en alguna manera nuestra personal visión de la ética. Un peligro en definitiva porque retratando al personaje también acaba retratándose el biógrafo.
En el epílogo de MIES afirmas que tu cómic se inspiró en gran medida en un artículo sobre Mies van der Rohe de la periodista española de arquitectura Anatxu Zabalbeascoa. ¿Por qué su artículo llamó tu atención y alimentó tu imaginación? ¿Qué decía sobre Mies que te fascinó?
Antes de leer ese artículo de 2014 de Zabalbeascoa yo tenía una ligera idea de la vida de Mies van der Rohe, de los aspectos más o menos reprochables. No hablo de su obra, sólo de su vida personal. También hay que tener en cuenta el contexto histórico en el que vivió. Pero al margen de eso, cuando leí el artículo comprendí que no era el único que compartía la visión de Mies como magnífico profesional, icono de la Arquitectura Moderna, pero de censurable vida personal. No había un equilibrio.
Hay que decir que este fenómeno se da en muchísimos artistas a los que veneramos (Picasso, Neruda, Von Karajan…). Pero, aún sin osar ponerme a la misma altura, creo entender la dificultad de equilibrar vida personal, con todas sus decisiones acertadas o no, con vida profesional.
En ese sentido la biografía de Mies coincide con la convulsa primera mitad del siglo XX que, como a muchos otros, puso a prueba. Vivió la Gran Guerra y sus desastrosas consecuencias para Alemania, abandonó los viejos valores en los que creía y que habían generado el conflicto; frecuentó los círculos dadaístas, abrazó las vanguardias y contribuyó a su avance desde su trabajo. Tal ruptura no fue sólo profesional sino también personal: abandonó a su familia. Y posteriormente, enterrada la República de Weimar por el ascenso del nazismo, no dudó en acercarse a los nuevos dirigentes en beneficio de su carrera, aunque de poco le sirvió. Pese a ser despreciado por los nazis por no respetar los cánones de la arquitectura alemana promulgados por ellos, fue uno de los últimos artistas e intelectuales en abandonar Alemania, sólo cuando tuvo asegurado su futuro en los Estados Unidos. Quizá esperaba un cambio de opinión de los dirigentes nazis. Y en este último trance también abandonó a su suerte a su socia, compañera y amante Lilly Reich.
Todas sus decisiones, en virtud de esa necesidad suya de construir y buscar la libertad creativa –y puede ser que también de aspirar a la libertad personal- le hizo ir dejando de lado los compromisos personales. “No soy de esas personas que no saben vivir solo” –decía.
Así que, no sólo reflejar su obra –fundamental a lo largo del cómic a modo de escenario- sino también su trayectoria personal, con sus contradicciones, sus luces y sus sombras, era algo motivador y emocionante.
¿Qué crees que significa para la generación actual el legado de Mies y su estilo? ¿Cómo ayudó a dar forma a nuestra visión sobre la arquitectura, el espacio y la forma en que vivimos dentro de ese espacio?
La obra de Mies, junto con la del suizo Le Corbusier y el norteamericano Frank Lloyd Wrigth, apuntalan las bases de Movimiento Moderno en arquitectura. Pero es Mies el más racional de todos. De él deriva la idea que tenemos de los rascacielos y del minimalismo arquitectónico actual. Sus obras, auténticos clásicos del diseño, han sido imitados hasta la saciedad.
Su arquitectura promulga ideas como la flexibilidad de usos, la comunión entre el interior del edificio y la naturaleza a través de la transparencia y la ligereza de los materiales; el otorgar a estos materiales nobles la función decorativa en beneficio de la sencillez compositiva; el estudio del detalle hasta hacerlo mínimo y bello…
Hay que decir que Mies tenía un profundo sentido espiritual y cultivó un particular estoicismo a través de su afición a la filosofía. Esto se refleja en sus diseños. Y si estos han llegado hasta nosotros es porque orgánicamente se han amoldado a nuestras vidas y viceversa. Nos atrae la simplicidad, el orden, la espiritualidad que roza el zen. Y eso tiene la arquitectura de Mies. Que con lo mínimo transmite lo máximo. Menos es más.
¿Cómo era tu opinión sobre Mies van der Rohe antes de comenzar su trabajo en el libro? ¿Qué significaban él y su trabajo para ti? ¿La investigación del libro y todo el tiempo que pasaste con Mies, cambiaron tu opinión sobre él?
Mi contacto con la figura de Mies durante mi paso por la universidad fue educativo. Sólo como ejemplo a seguir, como maestro y referente del diseño. Cierto es que su vida personal daba mucho más morbo que su obra para un joven estudiante como yo –e imagino que para otros-. Hay que decir que otros muchos arquitectos, como los anteriormente mencionados, también cuentan con una obra magnífica. Y también con una vida “edificante”. Pero Mies los supera.
Acabado mi paso por la universidad, ahí quedó Mies, en un rinconcito de mi bagaje estudiantil. Esperando su momento. Cierto es que la labor profesional puede que quedase impregnada por su estilo, pero no llego a ser consciente de ello.
Una vez centrado en el mundo del cómic profesionalmente, muchos lectores comentaron lo bien que reflejaba la arquitectura en mis historias y eso me hizo pensar en Mies. Apareció claro en mi mente. Según fui buscando más información de lo que en su día llegué a saber superficialmente sobre su vida, me pareció que aquello tenía las bases una buena historia. Cuando encontré al artículo de Anatxu Zabalbeascoa y, casualidad, un amigo lector me comentó lo bueno que sería que hiciese un cómic sobre Mies, ya sabía que me iba a sumergir en una aventura de varios años. Era 2015 y veía 2019 como la fecha a batir en relación con el cincuenta aniversario de su muerte. Un bonito homenaje en formato cómic.
Una vez que comencé a trabajar en el proyecto, leyendo textos y biografías de varios autores, y elaborando la historia del cómic, puedo decir que empaticé con Mies. Pude hacerme la idea de porqué tomó las decisiones que tomó. Unas acertadas y otras, desde mi punto de vista, reprochables. La pasión que sentía por su trabajo le empujó a llevarlas a buen término, a construir los bocetos que plasmaba en el papel. Y ello se sustentaba en la búsqueda de la libertad creativa y, por ende, personal. Puede que errase en este último punto. O no.
¿Puedes contarnos un poco sobre tu proceso de investigación? ¿Tuviste ayuda para recopilar la información sobre la vida de Mies? ¿Hubo partes de su vida que no pudiste verificar y que tuviste que completar con tu imaginación?
El proceso de investigación se basó en la recopilación y lectura de todos aquellos textos, biográficos o no, relacionados con la obra de Mies. Unos estaban más centrados en sus logros como arquitectos y otros, los menos, profundizaban en la vida del arquitecto. Estas últimas eran las lecturas que más me interesaban, las que manejaban datos concretos, anécdotas, sucesos… En esta recolección de materiales también tuvo espacio Internet, por artículos aparecidos en revistas de difícil acceso.
Este trabajo lo hice en solitario, hasta que tropecé con un problema documental relacionado con los archivos gráficos: el color, ausente en las fotografías de comienzos del siglo XX. Por suerte conté con la ayuda de un historiador amigo que me orientó en cuanto a los colores de algunos uniformes. Poco después ratifiqué estos datos a través de la serie alemana Babylon Berlín.
A lo largo de la compilación de datos de la vida de Mies encontré ciertas discrepancias y omisiones entre unos autores y otros. Supongo que unos excluyeron esos puntos por respeto al maestro. Otros los sacaban a la luz. Mies no era un santo. Yo preferí humanizarlo en sus actos, relacionándolo con los tiempos que le tocó vivir, con las pasiones que bullirían en un hombretón de su talla. En ese sentido, por ejemplo, recordé lo que escribía Proust de las lavanderitas que encontraba en sus paseos por Combray, lo que me inspiró para representar el viaje de estudios de Mies por la campiña italiana, viaje iniciático en su juventud. O hice caso de quien hablaba de un supuesto hijo no reconocido, fruto de amores transilvanos durante la Gran Guerra.
Y siempre comento que yo no estuve allí, no sé cómo se desarrollaron los diálogos, las confidencias, las discusiones… Simplemente los he inventado basándome en mi intuición. Como muchas situaciones que he alterado para dar una vis más poética o dramática a la narración. La más destacable es la del cierre de la sede berlinesa de la Bauhaus el 12 de abril de 1933 por parte de las Secciones de Asalto y la policía, un suceso realmente mucho más anodino de lo que yo he reflejado en el cómic, tal y como lo contaba el propio Mies.
Pones bastante énfasis en la relación de Mies con la Alemania nazi, su lucha por mantener abierta la Bauhaus en Dessau y Berlín, sus arreglos con los nazis para encontrar trabajo, su fuga en 1937 – este período aparece en varios pasajes de su libro. ¿Por qué eligiste destacar estos años en su vida? ¿Cómo ves que influyó ese período en su vida y en su obra?
Mies no se distinguió nunca por posicionarse políticamente, pese a que durante la República de Weimar tuvo mucha relación con socialistas y comunistas, por amistad y encargos. De hecho, este carácter apolítico le valió el ofrecimiento de la dirección de la Bauhaus por parte de su fundador Walter Gropius con el fin de enderezar su rumbo frente a las acusaciones de izquierdismo desde el Ayuntamiento conservador de Dessau.
No sirvió de mucho su gestión en este sentido cuando se vio obligado a cerrar la sede berlinesa de la mítica escuela ante los envites e ingerencias de los nazis desde el gobierno.
Lo cierto es que creo que Mies confundió los términos de los discursos de Hitler y Goebbels. Cuando Hitler promulgaba un estado transparente, Mies pensó que esa transparencia casaba perfectamente con su arquitectura de acero y vidrio. En cierto punto acertó puesto que Goebbels si que apoyaba la savia nueva dentro del Estado y no le disgustaba la arquitectura de Mies. Pero, como buen pragmático y manipulador, también era consciente que apoyar ese tipo de diseño hubiese contrariado a las masas sobre las que se sustentaba el nazismo, más acostumbradas al clasicismo prusiano.
Pese a ello Mies hizo todo lo posible por congraciarse con los dirigentes nazis, firmando apoyos a Hitler (algo que otros artistas también hicieron, incluso afiliándose al partido nazi). Pero no obtuvo los resultados previstos. El III Reich apostaba por las pilastras clásicas de Speer y Mies dejó de construir. Hasta el último momento no abandonó Alemania.
Me resultaba más que interesante reflejar en el cómic esta etapa en la vida de Mies, mostrando su vertiente apolítica, pero también su empecinamiento por acercarse a los nazis para seguir construyendo, pecando de ingenuo. Algo que todos sabemos que acabaría mal.
Aunque esa etapa, dura en lo profesional, creo que le sirvió para romper de nuevo –como ya lo hizo acabada la Primera Guerra Mundial- con todo lo que le rodeaba, abandonándolo para marchar a los nuevos horizontes que Estados Unidos le ofrecían. Nuevas oportunidades que se reflejaron en su nueva arquitectura.
MIES también cuenta la historia de las mujeres al lado de Mies van der Rohe: Lilly Reich, Lora Marx, Ada Bruhn, Edith Farnsworth… ¿Qué te contó su relación con las mujeres sobre Mies y su vida interior?
Pese a la potencia y fuerza que emana el personaje de Mies, las mujeres que lo rodearon también tenían su valía. Hubiese sido muy difícil cumplir con el test de Bechdel en este cómic teniendo en cuenta que toda la historia rota en torno a la poderosa figura de Mies, pero era consciente de que esas mujeres necesitaban espacio en el libro. Quería darles voz para resarcirlas.
Su relación con estas compañeras de viaje es uno de los actos moralmente reprobables en la vida de Mies. Que abandonase a su esposa e hijas –o lo abandonó ella a él, harta de sus infidelidades y veleidades de artista- pese a mantener una buen relación posterior, es algo muy común en nuestros días.
No lo es tanto que abandonase a su suerte a su socia y compañera Lilly Reich en la Alemania previa a la Segunda Guerra Mundial. Podía haberle pedido que la acompañase en su etapa norteamericana, pero algo me hace pensar que Mies quería escapar de su control. Reich era ordenada y eficiente, mientras que Mies aspiraba a la libertad.
Sobre la reivindicación de la figura de Lilly Reich, diré que Mies nunca volvió a diseñar un solo mueble desde que llegó a EE. UU. –no cuento las repisas de pared-. Eso me hace pensar en que la autoría de los diseños que han llegado a nuestros días de las míticas sillas Barcelona, Brno o MR, y todas sus variantes, responden a Lilly Reich como autora. Así como destacable fue su papel en el diseño y decoración del Pabellón de Alemania en la Exposición Universal de Barcelona de 1929 y el diseño de la totalidad de la casa Tugendhat en Brno. Sirva esto como tributo a su persona.
El papel de Lora Marx, una vez llegado Mies a Chicago, fue fundamental en la vida del arquitecto. Una mujer guapa y catorce años más joven, con aspiraciones artísticas pero siempre por debajo de las de él. Y por supuesto sin las ataduras propias de una esposa. La compañera ideal, que hasta pasaba por alto sus escarceos amorosos con otras mujeres y compartía los placeres de la vida, incluido el abuso de la bebida que la condujo al alcoholismo. Una santa…
Y qué decir de Edith Farnsworth, la doctora que dio nombre a la casa más famosa de la historia. Parece que también ella sucumbió a la pétrea figura de Mies hasta que se vio rechazada por él. Famoso fue también el pleito judicial que mantuvieron una vez acabada la casa y la relación ¿sentimental? Una víctima más en la lista de perjudicadas por aquel amante de las tres M: Martinis, Montecristos y Mujeres.
¿Cómo no hacer mención de estas señoras, fuertes sí, pero dominadas por la presencia de este titán de la arquitectura?
A lo largo del libro se muestra el origen de varios de sus edificios más famosos, desde el Pabellón de Barcelona, la Villa Tugendhat, el Campus del IIT, la Casa Farnsworth, el Edificio Seagram hasta la Neue Nationalgalerie en Berlín. ¿Cuál de los edificios representa más para ti la escuela de arquitectura de Mies? ¿Cuál es tu favorito y por qué?
Olvidando sus obras de juventud, casas burguesas de tintes clásicos, la arquitectura de Mies responde a dos etapas muy claras: la europea y la norteamericana. Y los rasgos de ambas son claramente distinguibles.
Los proyectos de la Europa de entreguerras responden a esa necesidad de reflejar lo aprendido de las vanguardias. Los cuadros de El Lissitzky y de Mondrian se pueden interpretar en sus casas de ladrillo o en Pabellón de Barcelona. Son abstracciones que buscan en el espacio contenido entre muros crear arquitectura.
La llegada a Estados Unidos supuso el desarrollar una arquitectura más racional, basada en el detalle, con las ventajas que permitía una economía boyante. Sin duda es un periodo magnífico por los grandes –y pequeños- encargos. Y define el estilo miesiano por excelencia.
Pero para mí, los mejores proyectos, aparte de la casa Tugendhat por novedosa y ser un diseño integral, son aquellos que no llegaron a construirse en la década de los veinte. Sus rascacielos de acero y vidrio, sus oficinas de hormigón y sus casas de ladrillo. Son audaces e innovadores para su tiempo, aunque probablemente inconstruibles con los medios de la época.
El cómic como medio narrativo tiene una larga tradición de contar historias sobre arquitectura, con artistas como Chris Ware o François Schuiten. ¿Dónde se encuentran el cómic y la arquitectura? ¿Qué tienen en común? ¿Qué pueden aprender los dibujantes de los arquitectos? (¿Y viceversa?)
Existen nexos comunes en las formas de representación del cómic y la arquitectura. Muchas de las perspectivas dibujadas por Frank Lloyd Wrigth de sus edificios están dotadas de elementos que rompen el plano de cuadro –llamémosle viñeta- y que otorgan un guiño al espectador –llamémosle profundidad espacial.
Si bien es cierto que la representación arquitectónica en sus versiones de plantas, alzados y secciones, adolecen de movimiento y dinamismo –no me refiero a las formas y el estilo del proyecto- por ser visiones estáticas, el cómic fusiona imagen y mensaje textual, y lo hace en una sucesión de viñetas que ocupan espacios diferentes –algo que no hace una película, el paradigma del movimiento temporal, que proyecta todos sus fotogramas en un mismo sitio, la pantalla-. En ese sentido el espacio para los cómics es lo que el tiempo para las películas, algo de lo que carece la representación arquitectónica. Eso en cuanto a representación.
Y así como en el cómic la arquitectura sirve como fondo a la historia que representan sus personajes, en la arquitectura, si se representa la figura humana es para dar escala al edificio, ya sea en alzados y secciones como en maquetas.
Pero es que el cómic, su representación en cada página, también tiene una arquitectura en la forma, proporción, tamaño y posición de las viñetas –o no viñetas si la página juega con los textos, bocadillos, personajes y fondos a la hora de distribuir la acción compositiva.
Creo que muchos arquitectos son lectores y amantes del formato cómic. Pienso que no sólo disfrutan de ese arte secuencial –tal y como lo llamaba Will Eisner- en cuanto a las historias que relatan sino también en cuanto a su estética y composición.
Dudo que el camino inverso sea igual de transitado. No veo a los dibujantes de comic –y mucho menos a los lectores habituales de los mismos- estudiando la distribución de la planta de la iglesia de Ronchamp de Le Corbusier o del museo Guggenheim de Wright. Igual me equivoco y me gustaría que así fuese. Todos resultaríamos favorecidos.