Bamf! posando en el “photocall” de Grafito Editorial durante las Jornadas de Cómic Kboom! de Barcelona.
«Take another little piece of my heart now, baby.»
Janis Joplin
No quiero conocer en persona a Kelly Thompson. No es que no la admire, sino más bien todo lo contrario. No quiero conocerla precisamente porque creo que, en la actualidad, es mi guionista favorita (me gusta enfatizar el «creo», porque el mundillo del cómic es un maremágnum de obras, autores y diferentes propuestas, todas ellas filtradas por nuestra subjetividad y sentimientos, y afirmaciones como esta tienden a ser ciertas sólo durante periodos de tiempo concretos). No sé si habéis visto la maravillosa e hilarante Community (Dan Harmon, 2009-2015), pero en el decimosexto capítulo de la segunda temporada (Intermediate Documentary Filmmaking), el personaje de Troy (Donald Glover, ¡yay!) conoce a su ídolo, el mítico actor de Star Trek LeVar Burton. El problema es que Troy le tiene en tan alta estima, tan idealizado, que sabe que es imposible que la realidad esté a la altura, y que la decepción de conocerle será inevitable. Por supuesto, Troy le conocerá contra su voluntad, quedando catatónico durante todo el episodio y siendo incapaz de interactuar con él. Él sólo quería una foto, ya que las fotos no pueden decepcionarte.
Yo no quiero conocer a Kelly Thompson porque su voz narrativa marcó un antes y un después en mi lectura comiquera. Kelly («la voz millennial», como a mí me gusta llamarla) me representa. Su humor es mi humor. Sus latiguillos son mis latiguillos. Su drama cálido es el que me conmueve. Sus superheroínas y sus diálogos me representan. Su prosa se mueve entre el joven meme con fecha de caducidad fugaz, la vida adulta con síndrome de Peter Pan, y la veteranía consciente de que ya es demasiado vieja para estas mierdas. Aunque ya había leído una miniserie co-escrita por ella (Capitana Marvel y las Carol Corps, junto con Kelly Sue DeConnick y con dibujo de David López), no llamó mi atención hasta su trabajo en solitario en el volumen 2 de Fuerza-V (el rompedor supergrupo femenino marvelita), donde pude comprobar que «tenía algo».
Y entonces llegó Kate Bishop.
Kate Bishop (a.k.a. Ojo de Halcón) ya era uno de mis personajes Marvel favoritos, pero cuando Thompson comenzó a escribir su serie en solitario en 2016, su voz resonó en mí como la de ningún otro superhéroe o superheroína lo había hecho antes. Su Kate podría ser mi amiga. Si existiera en el mundo real, nos iríamos de birras. Yo lo sé. Ese es el poder de Kelly: imprimir una agradable y chispeante jovialidad cotidiana a la ficción. Y ojo, también al drama. Las obras de Thompson me hacen feliz, y eso no significa que tengan que ser necesariamente alegres. Descorazonada no es una obra alegre, aunque se te escapen un par de risas traviesas. Pese a ser anterior en el tiempo a los cómics que he mencionado previamente, es una obra más madura y personal. Descorazonada es, además, una obra tremendamente empática, que es precisamente el tipo de lectura que más falta hace en este mundo. Si en sus cómics de superhéroes Thompson lleva la jovialidad cotidiana a lo fantástico, en Descorazonada imprime un tono fantástico al tedio del sufrimiento cotidiano.
A Meredith McClaren no la conocía tanto (tan sólo de una de las historias cortas sobre amoríos atípicos que forman la antología Twisted Romance publicada por Image Comics, inédita en español), pero me ha conquistado con el cómic que tenéis entre las manos, hasta tal punto que he salido disparado a buscar su webcómic de autoría completa, Hinges, también publicado en tres volúmenes por Image Comics (qué bonito sería que alguien a atreviera a publicarlo también, guiño-guiño, codazo-codazo). Al igual que Thompson, McClaren domina la narrativa dramática cálida: viñetas en las que los personajes, de ojos grandes y alma grande, están incompletos, y buscan el cariño del lector con cada gesto, con cada movimiento. Su uso del espacio en blanco es brillante, cercano a la limpieza del diseño gráfico, y su paleta se ajusta a la progresión emocional de las historias.
Juntas, Thompson y McClaren consiguen que la historia de Emma -incompleta, imprevisible, imperfecta- nos llegue al corazón en forma de pedacitos de humanidad narrados a través del realismo mágico cotidiano. Porque, a veces, las historias con magia y estructura de cuento moderno son la forma más fiable de conseguir que empaticemos con otros sentimientos. Con otros corazones.
Bamf!
14 de febrero (no es broma) de 2019