Las protagonistas de Satanela no saben qué es eso del “empoderamiento”, ni falta que les hace.
Ellas ya eran poderosas en un tiempo en que a la mujer solo se le suponía el mando de su hogar.
Dos de ellas, la señorita Erustes y la señora Bocanegra, son monarcas oficiosas en sus dominios: una como guía del antimundo y la otra como dueña de una lujosa casona donde los hombres acaudalados se encuentran con mujeres públicas.
Erustes y Bocanegra son dos misteriosas damas de las que solo conocemos el apellido. De Satanela no sabemos ni eso. Solo un nombre artístico con el que se anuncia en el también enigmático Cabaret de la nada. Como ocurre con otras féminas sobrenaturales de la literatura, el cómic y el cine, su nombre es suficiente señuelo para adentrarse en un mundo de sombras y horror.
Probablemente el primer nombre que le vendrá a la cabeza al aficionado a los cuentos de miedo sea el de Carmilla, la protagonista del relato escrito por Sheridan Le Fanu en 1872. En esta fábula de terror gótico, el escritor irlandés narraba la historia de una mujer vampiro con tendencias homosexuales. Carmilla sería una de las mayores influencias del Drácula de Bram Stoker, donde también aparecen vampiresas en su inigualable primera parte. El relato de Le Fanu sería llevado varias veces a la gran pantalla, incluyendo una versión mexicana (Alucarda, la hija de las tinieblas) y otra española, dirigida por Vicente Aranda (La novia ensangrentada), aunque ninguna podría igualarse a la primera adaptación al cine, la magnífica Vampyr, dirigida por Carl Theodor Dreyer en 1932.
Otros nombres propios femeninos importantes serían los de los relatos de Edgar Allan Poe: Berenice, Morella, Ligeia y Eleonora. Las mujeres de las fábulas de Poe mueren jóvenes, cuando el tiempo aún no ha marchitado su belleza.
La obsesión por lo inmarcesible envenena a los protagonistas masculinos de la literatura del bostoniano, hombres torturados por el recuerdo y los fantasmas. El romanticismo enfermizo de Poe idealiza la figura femenina, convirtiéndola en ángel o demonio, entes incapaces de reconocer su propia muerte y que acaban por poseer el cuerpo de sus descendientes.
Ligeia, el relato preferido de Poe, sería adaptado al cine por Roger Corman en La tumba de Ligeia, una de las mejores películas del ciclo que el cineasta dedicó a la obra de Poe, contando de nuevo con el talento manierista de Vincent Price. El filme sería a su vez adaptado al cómic.
Si hablamos del noveno arte, no hay nombre que resuene en los tímpanos del fan con tanta fuerza como el de Vampirella. Creada en 1969 por la editorial Warren (que ya publicaba las revistas de terror Eerie y Creepy) para aprovechar el tirón erótico de las películas de la productora británica Hammer.
Vampirella nacería (como otras heroínas contemporáneas desprovistas de apellido, como Valentina o Barbarella) cargada de un fuerte componente sexual. La siniestra antiheroína alcanzaría su esplendor gráfico en manos del dibujante español Pepe González.
Vampirella es tanto vampiresa como alienígena, pues es la última superviviente del planeta Drakul y se ve obligada a viajar a la tierra, donde se alimenta de la sangre de los seres humanos. Forzada a hacer el mal para sobrevivir y a menudo embrollada en argumentos tendentes al erotismo y el sadomasoquismo, la huérfana planetaria es un personaje que elude los tradicionales conceptos morales, convirtiéndose en el referente de las féminas sobrenaturales del cómic de terror.
La representación hipersexualizada de la mujer en el papel de vampiresa tuvo una de sus primeras expresiones gráficas en la pintura El Vampiro del artista Philip Burne Jones, expuesta por primera vez en Londres en 1897.
Burne Jones asumiría la mitología en torno a las súcubos para representar a una mujer reclinada sobre un hombre moribundo, que evoca a un depredador deleitándose ante el festín que le reserva su presa.
El cuadro impactó al escritor Rudyard Kipling, quien escribió un poema en su honor. La poesía de Kipling inspiraría a su vez el corto The Vampire, protagonizado en 1913 por Alice Hollister, y la película muda de 1915 A Fool There Was, donde se contaba la historia de un moralista abogado de Wall Street seducido por una depredadora sexual.
El filme sería el primero en superar el millón de dólares en beneficios, en gran parte debido a la publicidad que el productor William Fox dedicó a su protagonista, Theda Bara.
Para la joven actriz Theodosia Goodman la producción supondría su debut como protagonista y la primera vez que utilizaba el nombre artístico de Theda Bara, formado por el anagrama de las palabras “death arab” (“muerte árabe”). Bara se convertiría en el arquetipo de la vampiresa cinematográfica. En las fotos promocionales, la estrella “vamp” posaba junto a un esqueleto, imitando el cuadro de Burne Jones.
Los publicistas de la Fox idearon su fantasiosa biografía, según la cual era hija de un jeque y una princesa, había sido criada con sangre de serpiente y usaba la magia para seducir a los hombres.
Su imagen de viciosa mujer fatal acabaría por ser asumida por el público como una realidad, y la actriz contaba que a menudo se le negaba la entrada a los restaurantes y que en una ocasión una enfermera no quiso atender a su marido tras un accidente, al pensar que Bara era la culpable del suceso.
En palabras de la intérprete: «Para entender aquellos tiempos debes considerar que la gente creía lo que veía en la pantalla. Nadie había destruido la gran ilusión. El público pensaba que las estrellas eran como las veían. Las mujeres pateaban mis fotografías cuando entraban en los teatros donde se proyectaban mis películas. Y una vez en las calles de Nueva York, una mujer llamó a la policía porque su hijo me habló».
La mayoría de las películas protagonizadas por Theda Bara se perdieron en un incendio en los estudios Fox, en 1937. A medida que los escándalos de Hollywood empezaron a acumular titulares, la actriz fue relevada por otras vampiresas más sutiles.
Pese a ello, nunca fue olvidada del todo, como anticiparía la propia actriz: «Ser buena significa ser olvidada. Seré tan mala que siempre seré recordada».
En 1915 la actriz Musidora (¡otro nombre propio!) interpretaría el personaje de Irma Vep, anagrama de “vampire”, en Les Vampires, un serial de diez episodios realizado por Louis Feuillade.
En el argumento Irma Vep era una cantante de cabaret que formaba parte de la sociedad criminal “Les Vampires”. La interpretación de Musidora la consagró como musa de los surrealistas de París, fascinados por el halo fantástico de aquella mujer fatal.
Faltaban diez años para que Francia se rindiera al erotismo de Josephine Baker, la bailarina y cantante afroamericana que escandalizó al país galo con sus coreografías dadaístas y sus exiguos atuendos, reinando como vedette en el Folies Bergère y como actriz en el cine.
En Hollywood, la artificiosidad de Theda Bara sería reemplazada por la más contenida Pola Negri, que reinó como mujer fatal suprema de la fábrica de los sueños hasta que le dio por ejercer de viuda oficiosa de Rodolfo Valentino, de quien había sido una dudosa amante.
Pese a la indudable influencia que estas vampiresas han ejercido en el personaje de Satanela, la protagonista de nuestro cómic tiene el rostro de otra actriz: Louise Brooks, una norteamericana de belleza increíblemente moderna que destacó en la época dorada del cine alemán gracias a su asociación con el director Georg Wilhelm Pabst.
En el filme de 1929 La caja de Pandora, Brooks interpretaría a otra mujer fatal sin apellido, Lulu, cuya amoralidad y erotismo despertaba la violencia y la tragedia en los hombres que la rodeaban.
Satanela tiene el rostro de Louise Brooks, pero en su alma guarda a muchas de sus predecesoras.
No en vano, como aseguraría Theda Bara:
«Hay un poco de instinto vampírico en cada mujer».
Artículo escrito por Alfonso Bueno López, guionista del cómic SATANELA.